Si para estas fechas te estás diciendo a ti misma: “Ahora sí lo logro”, podemos suponer que ya llevas unos cuantos años intentando alcanzar ese propósito de año nuevo al que seguramente le has puesto mucho empeño y dedicación pero que, a fin de cuentas, no logras conseguir. De hecho has realizado todos y cada uno de los rituales propios de la época: la vuelta con la maleta, la ropa interior de x o y color, las 12 uvas, etc; pero al final, todo es llegar a finales de febrero para que tu plan maestro se vea destrozado por la vida, la rutina o el estrés. De ser este el caso, podemos suponer que hay algo que no está funcionando en la práctica y convendría repensarnos las maneras en las que nos ponemos metas en la vida. Como han comprobado exhaustivos estudios tanto del análisis de conducta como de otras disciplinas que analizan la experiencia humana, como especie somos muy buenos exigiéndonos cosas, pero desconocemos los mecanismos que pueden hacer que eso que queremos lograr se cumpla.
Si tuviéramos que resumir qué hace que nuestros objetivos no sean sostenibles en el tiempo, podemos identificar tres elementos que nos dificultan la situación: 1. metas demasiado grandes/exigentes o poco específicas, 2. rigidez para adaptar las metas a las rutinas y 3. los mandatos al tratar de cumplir metas (tanto en cómo pensamos que hay que hacerlo como en apegarme a metas que no son mías o que en realidad no quiero). Veamos un poco más a profundidad punto por punto.
Piensa por un momento en alguno de tus propósitos de año nuevo. Seguramente notarás que suenan algo así como: “Ser más ordenada”. Sin embargo, ¿qué es eso de ser más ordenada? El orden se puede ver muy distinto para ti que para nosotras, así que nos topamos con el primer impedimento: la falta de especificidad. Parte necesaria y primaria de la modificación de conducta es identificar qué es exactamente eso que queremos cambiar y ser muy específica en describir eso. Así que una meta más alineada a la funcionalidad sería en vez de “ser más ordenada” el plantearme “Tirar los papeles que no sirven de mi escritorio”. Eso nos lleva indudablemente a repensarnos el tamaño de la meta, porque habrás notado que “Tirar los papeles que no sirven de mi escritorio” es una tarea mucho más pequeña, y por ende con más probabilidad de que la realices, que un “Ser más ordenada”, que como ya vimos al inicio, ni siquiera sabemos en qué consiste. Ahora bien, descomponer una conducta en pequeños pasos es necesario para disminuir la frustración y generar oportunidades de reforzarnos al ver nuestra meta más cerca. Si lo piensas detenidamente, todo lo que tú haces requiere una serie de pasos más pequeños para que pueda verse como el producto final. Y si aumentamos las oportunidades de refuerzo, es decir las veces en las que nos damos la palmadita de felicitación en la espalda, aumentamos la posibilidad de querer seguir intentando pese a que no siempre las cosas salgan exactamente como esperamos.
Esto nos lleva al segundo punto, la rigidez o falta de flexibilidad para adaptar nuestras metas a las rutinas. Minutos antes de las campanadas de año nuevo podría sonar altamente posible ir una hora al gimnasio todos los días o ahorrar el 20% de tu salario, porque claro, estamos inmersas en la emoción del momento. Sin embargo, la vida muchas veces nos enseña que nuestro plan es un plan, pero la realidad es otra. Cuando el cansancio, el estrés, el tráfico y tu jefe abusivo empiezan a pasar factura, te resulta imposible pensar en una hora de gimnasio diaria si apenas tienes energía para regresar a casa o ahorrar el 20% de tu salario cuando has tenido que gastar dinerales en tratamientos para el colon o salidas extra para desconectarte del asedio de la rutina. Es aquí en donde entra la necesidad de ser flexibles. Posiblemente no puedes ir una hora al gimnasio todos los días, pero los días en los que no tengas oportunidad, puedes salir a caminar 20 minutos y realizar estiramientos. Al final, el cuerpo lo que necesita es movimiento y para ello no necesitas un gimnasio. Y tal vez con los gastos imprevistos no puedas ahorrar todo lo que querías, pero puedes ser más consciente en recortar algunas otras cosas para generar ahorro o simplemente poner en práctica el reforzamiento a largo plazo (esto que quiero pero no necesito no me lo compraré hoy, si no que esperaré a tener x cantidad para esto otro que quiero pero no puedo tener en este momento) que es el mecanismo activo del ahorro: la demora del reforzador. En estos casos, estás trabajando en tus objetivos: moverme y administrar mi dinero de manera más consciente, pero con la flexibilidad que te permite sea sostenible pese a los vaivenes de la vida.
Por último, en el tema de los mandatos, parece que nos hemos impuesto que es el fin de año el momento en el que tenemos que proponernos las cosas, como si se abriera entonces un portal que si no es ahí, no podemos abrir hasta pasados otros 365 días, o 366 como será este año. Y puede resultar muy divertido el tema de los rituales para darle la bienvenida al año nuevo, pero recordemos que cualquier momento es propicio para plantearse o replantearse una meta en la vida. Que no exista toda la parafernalia de fin de año no quiere decir que nuestras metas, si las planteamos de manera efectiva, sean menos alcanzables. En este punto resulta importante también cuestionar cómo muchas narrativas de la cultura de autoayuda nos están diciendo todo el tiempo que tenemos que estar mejor, casi como si fuese algo terrible que no estemos “avanzando en la vida”, cuando en realidad tenemos momentos de todo tipo y no todo en la vida nos va hacer crecer. Aceptar que van a sucedernos cosas lamentables que transitaremos sin mayor o ningún crecimiento, también resulta flexible. Salirnos de estos discursos, o al menos cuestionarlos, nos puede llevar a construir objetivos más sostenibles en el tiempo. Preguntarnos el “¿para qué?” nos estamos poniendo una meta y cómo eso que me estoy planteando me acerca a la vida que quiero construir, resultan preguntas fundamentales. Es ahí en donde identificamos la importancia de los valores y la necesidad, como bien algunos modelos contextuales proponen, de orientar nuestras metas y objetivos a construir una vida que nos haga sentido.
Los valores aportarán esta dirección con significado personal y valiosa. En términos conductuales y de la Teoría de los Marcos Relacionales (Bases que utilizamos en la terapia en Mind), los valores son reforzadores construidos verbalmente, mediante el lenguaje. Son consecuencias agradables de la conducta que hacen referencia a la cualidad de la conducta (honestidad, integridad, amor, determinación) y a un propósito fundamental, de un orden superior (aprender, ayudar a otros, hacer un mundo mejor, conectar con la gente).
A diferencia de las emociones o pensamientos, los valores se eligen libremente. De hecho, es más preciso hablar de la acción de valorar, de darle importancia a algo de forma activa. Tu podrías elegir ser solidario y comprometido con ese valor hay miles de formas de serlo. Incluso en el camino de ser solidario, puede experimentar emociones o pensamientos contradictorios, y también en ese momento uno puede elegir seguir actuando de forma solidaria.
A diferencia de las metas, los valores son el horizonte, inalcanzable. Si el valor de un hombre es tener una actitud amorosa con su pareja, cada día, en cada momento, puede poner en práctica ese valor. Metas en esta trayectoria pueden ser preparar una cena romántica o casarse, que una vez se cumplen, quedan completadas. Sin embargo, “tener una actitud amorosa con su pareja” no es una meta a la que llegar, sino un camino que recorrer.
Los valores pueden funcionar por lo tanto como fuente de reforzamiento para todas aquellas conductas que mediante el comportamiento verbal se relacionen con ellos. Ir a trabajar un lunes por la mañana, puede resultar poco gratificante por sí mismo, pero si se conecta, por ejemplo, con ser una comprometida o el significado de trabajar para poder pagar los estudios de tus hijo, o el valor de “ser un buen padre” puede transformar las funciones de levantarse de la cama y acudir al trabajo. Te proponemos enmarcar relacionalmente la acción de ir a trabajar el lunes con algo jerárquicamente superior, como el valor de ser un buen padre, o ser una persona comprometida. De este modo será más probable que aparezca satisfacción y motivación del propio comportamiento.
De igual forma, al identificar tus valores puedes plantearte metas realistas y reforzantes. ¿Cuáles son sus valores personales? De nuevo, puede realizarse mediante ejercicios, metáforas e interacciones como la siguiente:
Metáfora: Toma tus llaves.
Pon tu llavero frente a ti. Si tuviera que elegir, qué llave es la más importante (la de casa, por ejemplo). Imagina que el llavero fuese indivisible, no podemos quitar ni añadir más llaves de las que ya hay, y esta llave que has elegido como la más importante, fuera la que te abre la puerta de algo importante para ti (por ejemplo, de ser una persona honesta y agradable, que conecta con los demás). Veo que hay otras llaves en este mismo llavero, que pueden ser cosas que te acompañan cuando vas a abrir esa puerta. Vamos a ponerles nombre… (son pensamientos que surgen, por ejemplo… “no sé de qué hablar”, “pensarán que soy raro…”). Por lo que ves, cuando vas a abrir la puerta de conectar con los demás, aparecen algunas de estas… ¿No es así? Y son indivisibles… De modo que hay dos opciones: Renunciar a la llave más importante para no tener que ver las otras, o permitir que estén esas ahí también, para poder acceder a esa conexión con los demás. ¿Qué quieres hacer, tomarlas o dejarlas estar?
Si pudiéramos dar un ejemplo de cómo se vería poner una meta desde los valores y con un planteamiento más efectivo, sería más o menos así (toma en cuenta que aquí lo haremos de acuerdo los valores personales y contextos particulares de nosotras, así que no es una guía a seguir al pie de la letra). En vez de “retomar el ejercicio”, que es poco específico, Luchi se ha propuesto este año: “realizar alguna otra actividad de movimiento, además de los paseos con su perra, al menos 4 veces por semana incluyendo natación, máquinas y caminatas”. Esto es más específico, flexible y responde a actividades que ella disfruta realizar. No le resulta de ninguna manera mandatorio y, como una práctica desde sus valores, reconoce que adoptar una actitud curiosa al notar cómo su rodilla responde al movimiento tras una intervención quirúrgica, le lleva a experimentar una mayor gratificación y fascinación por la respuesta de su cuerpo al movimiento.
Para Scarlette un valor significativo es la salud, por lo que este año se ha propuesto: Tomar una taza de café cuando realmente quiera darse un reforzador al gusto, máximo 2 veces por semana, y así dejar de consumirlo diario (descubrió que su frecuencia de consumo ya había generado una dependencia).
Luchi de León
Scarlette Muñoz
Inés Zepeda