Apuntes psicológicos sobre la maternidad

Algunas ideas a considerar

Hablar de maternidad es complejo, sobre todo cuando lo intentamos hacer desde una aproximación psicológica. Involucra reconocer todo lo que ocurre en ella como experiencia y todas las variables a las que la persona que gesta está sujeta. Así que en esta oportunidad nos disponemos a realizar algunos apuntes psicológicos sobre la maternidad: indagar en lo que significa gestar y maternar en una sociedad como la nuestra, considerando todos los roles de género rígidos que aún siguen presentes en la actualidad, el contexto, etc.; algunas vivencias muy particulares como el post parto y plantear estrategias que, a la vez que parten de conceptos y principios científicos, han sido empleadas por nuestras terapeutas que han atravesado esta vivencia para transitarla de mejor manera.

Contexto, contexto, contexto

Recuerdo que durante mi infancia, particularmente en el colegio, escuchaba constantemente que ser madre era la cosa más maravillosa. Parecía que desde el contenido más sutil hasta en el más explícito: “Cuando seas mamá…”, venía la connotación de que la maternidad era lo esperado. Aclaro que hablo aquí de un contexto de formación católico (opus dei) y una institución en dónde sólo estudiaban mujeres. Viendo hacia atrás, parecía que a la mayor parte de mis compañeras, en mayor o menor medida, les hacía sentido. Era lo esperado. Lo que teníamos que hacer. El tiempo pasó y claramente algunas se convirtieron en madres y otras personas nos fuimos dando cuenta cada vez más que maternar no era lo que queríamos en nuestra vida. Sin embargo, pese a que no había un deseo de hacerlo, parecía siempre existir la noción, que a ratos sonaba a mandato, de que: “Si no eres madre, te estás perdiendo de lo más maravilloso de la vida.”. ¿Qué ha llevado a esto y qué efectos tiene, incluso, en quienes sí quieren maternar?

Primero hablemos las cosas como son. La maternidad y todo lo que implica no es un proceso bello y agradable “per se”, sino lo llega a ser por el significado que le da cada persona que materna. Maternar implica dolor, cansancio, desgaste, dejarse a un lado para priorizar la supervivencia de la criatura, lo cual trae consigo la falta de sueño y todo aquello que antes hacía que le daba sentido a mi vida. Implica una vasta gama de experiencias relacionadas con la incomodidad, algunas de muy alta intensidad. Esto tampoco la convierte inherentemente en algo malo “per se”, pero si nos deja ver que atravesar ese camino es difícil y debería hacerle sentido a quien elige transitarlo. Es aquí en dónde hacemos énfasis que se ha llegado a creer que la maternidad es el papel incuestionable de las mujeres en la historia, lo que va gestando el mandato: El hombre trabaja y tiene éxito profesional, la mujer materna. El hombre provee, la mujer cría. El hombre sale y se ocupa de las actividades de la vida pública, la mujer se encarga del cuidado y de todo lo que involucra lo privado. Lo vemos en películas, novelas, en nuestras propias familias. culares con su entorno, si.
Cuestionar estos mandatos implica reconocer entonces que la maternidad no está intrínsecamente relacionada a identificarse como mujer; que saberse mujer no es equivalente a saberse madre. Es una elección, una posibilidad, pero no un deber ser. Esto va relacionado también con reconocer que es una elección que acarrea una serie de incomodidades a las que se le puede dar sentido, pero que no representa el bienestar intrínseco en la experiencia. Puesto en otras palabras, lo incómodo será incómodo y lo doloroso será doloroso, ya el sentido que cada persona le dé a esas incomodidades y dolores dependerá de cómo se relacionen con esas vivencias. Así que cuestionar estas reglas impuestas del deber ser en la maternidad también implica una liberación para quienes si desean maternar, a medida que pueden hablar con naturalidad y libertad acerca de lo difícil y terrible que pueden ser a ratos sus vivencias. Porque bajo el mandato, si no dices todo el tiempo que la maternidad es “lo más lindo que existe”, aparece el juicio y la etiqueta de “mala madre”. Y no, la experiencia humana no es una ecuación en la que la presencia de unas variables invalidan a otras: puedes perfectamente reconocer que es altamente doloroso y agotador lo que vives y que incluso por momentos no quieres hacerlo, a la vez que notas que lo haces y lo seguirás haciendo con todo al amor que conoces. Recordando un poco que fusionarnos y creernos literalmente todo lo que nos dice nuestra cabeza no siempre es la mejor idea.

“Se es madre como mejor se puede”

Seguramente has escuchado o leído antes esta frase y resulta relevante porque esconde elementos psicológicos interesantes. Los rumores son ciertos, no hay una manera correcta de ser madre porque la maternidad, aunque nos la venden y marketean como una vivencia que se debe ver de x manera (el mandato), es una vivencia particular. Así como todas las vivencias humanas en realidad. Esto porque la manera en la que interactúa cada persona que materna es única e irrepetible. Cada madre se acercará, según su propio historial de aprendizaje, como mejor pueda a lo que corresponde el cuidado de su criatura. Y claro, resulta evidente también notar que hay maternidades de maternidades. No es lo mismo, ni se va a transitar de la misma manera, una maternidad precarizada a una con abundantes recursos; una maternidad en soledad a una maternidad con una extensa y siempre disponible red de apoyo. Así que la próxima vez que quieras emitir un juicio acerca de lo que una madre hace con sus criaturas, salvo que sea una situación en la que la vida o integridad de la criatura esté en peligro (que ante eso tenemos todas las personas obligación legal de denunciar), detente a reflexionar sobre estas cuestiones.

La importancia del vínculo

El vínculo de una madre con su cría, es en todas las especies de mamíferos, considerado el vínculo primario indispensable para la sobrevivencia. Los humanos no somos la excepción y es que como especie somos extremadamente vulnerables, incluso por un período bastante más largo que la mayoría de las especies. Esto no quiere decir que quien no tiene a su madre cerca desde el nacimiento morirá o no crecerá sanamente, pero sí hace referencia a la importancia de vincularnos con un cuidador primario, generalmente la madre, que es el encargado de velar por nuestra alimentación, cuidado y afecto en las primeras etapas de la vida. La carencia de este vínculo primario, no sólo puede resultar en consecuencias físicas, sino también afectar de manera importante la forma en la que nos relacionamos con el mundo y con otros.

El recién nacido al comienzo de su vida, no es capaz de percibir a su madre como algo externo; le considera parte de sí mismo. Él ve en ella a la fuente que sacia todas sus necesidades (alimento, calor, afecto, seguridad), No es para menos entonces que la carencia o relación distorsionada con esta figura primaria desencadena dificultades en el desarrollo emocional, mismas que pueden traducirse en angustia y en la tan famosa ansiedad.

Este papel de cuidador primario tiene consecuencias también para la madre, pues el contacto físico constante, y el sentirse “poseída” de alguna manera por el recién nacido puede ser sumamente demandante, frustrante y agotador. El objetivo entonces de hablar sobre la importancia del vínculo materno, es hacer ver el papel tan determinante que juega el cuidador primario, generalmente la madre, en el desarrollo de todo ser humano; así como validar las dificultades que la creación de este vínculo puede generar para la madre.

Maternidad desde los valores

No hay una sola forma de ser mamá. Cómo mencionamos con anterioridad, muchos de los estándares sociales que se nos venden a través de redes sociales y otros medios de comunicación no tienen porqué responder a la maternidad de todas. Compararnos con estos roles sociales impuestos y expectativas irreales puede ser muy frustrante para las madres, además de generar fuertes sentimientos de culpa por no estar siendo “lo suficientemente buena mamá”.

La buena noticia es que existe una forma en que podemos hacer frente a estas emociones y vivir una maternidad feliz, adaptada a nuestra realidad. Esto se consigue a través de conocer y vivir los propios valores. Cuando mencionamos valores no estamos hablando de temas morales o religiosos, sino más bien desde lo que valoramos o nos importa más. Y es que los valores funcionan de forma muy distinta para todos, y descubrir lo que en realidad nos importa nos permite enfrentar la maternidad, y todas las facetas de la vida, desde una perspectiva distinta, donde vale la pena todo esfuerzo a realizar.

Para conocer nuestros valores te compartimos un ejercicio divertido que puedes realizar: Imagina que un productor de cine quiere hacer una película de tu vida. Este desea que la película refleje bien el personaje por lo que te pide que escribas información relevante sobre tí para dársela a los guionistas. ¿Qué cosas habría en esa película, al día de hoy? ¿Qué tipo de cosas caracterizan al personaje, si la película se grabase acorde a quien has estado siendo las últimas semanas, últimos meses…? Trata de poner algunas cosas concretas, para que los guionistas tengan ideas claras de qué escenas pueden aparecer en la película…
Bien, imagina que se produce la película, y acorde a lo que has estado haciendo hasta ahora, ¿Qué podría ser un buen título? Por ejemplo, la vida de Marta, la madre más afectiva.
Imaginemos que se ha estrenado la película, y el estreno ha sido un éxito. Te vuelve a contactar el director y te dice que desea grabar una segunda parte. Te pregunta qué quisieras que el protagonista hiciera en esta segunda parte…

Todo lo que respondas al ejercicio anterior hablará de lo que realmente es y ha sido importante para ti a lo largo de tu vida. ¡Estos son tus valores! En la maternidad, permítete elegir poner más atención a aquello que para tí es importante. Recuerda que esa eres tú. Un buen indicador de si vas por el camino correcto es cómo te hace sentir. Si encuentras satisfacción en las dificultades y en los logros, probablemente estás respondiendo a tus valores; pero si te sientes confundida y frustrada a pesar de “estar haciendo lo correcto” seguramente estás respondiendo a los valores de alguien más.